Ni siquiera es otra vez.... Es la misma, repetida tantas noches, tantas semanas, tantos años! Es la misma vez porque ella es la misma, en su cansancio sobrepuesto por fuerza de ternura, en sus manos oficiando el ejercicio del amor, hecho labor de agua y de jabón, de calor de cocina y de plancha.
Sus manos han descolgado ropa húmeda, la secaron al fuego de la chimenea, la doblaron con prolijidad, la distribuyeron en los placares, tendieron camas y ordenaron la vida, hicieron la comida tantas veces como marcó el hambre y el reloj; entraron leña, atizaron las llamas, hicieron bizcochos en el horno de la tarde, aplacaron discusiones, equilibraron con caricias, disolvieron tensiones en sonrisas.
Hoy, una y otra vez, sus manos hicieron el hogar. Y cerca de las manos, tan cerca que casi está en ellas, el corazón inspirando cada minuto, sostuvo a lo largo y a lo ancho del día la voluntad de amar.
Ella igual a sí misma, tan igual como este “cada vez” de tantos “cada día” y en su suma la duración de la vida, y en ella su milagro de transformación en todo lo que la rodea. Se siente como cada tablón de un escenario viejo, donde siempre se renuevan los artistas, son novedosas las situaciones y los textos. Porque en el mundo por sus manos sostenido, todo cambia.
Se abre a la aventura del Universo la conciencia de sus hijos. Los ve transformándose en sus inquietudes, en sus actitudes y en sus temas. Sobre los mismos tablones en que se mecieron sus cunas y pisaron los pasos primeros, hoy empiezan a vestirse los primeros sueños, los planes y las conmovedoras incertidumbres, hoy se libran los duelos que entre el cielo y la tierra lleva el hombre desde que nace a la conciencia el despertar de su espíritu, hasta la simple muerte de lo simplemente mortal.
Hoy se abren sus espacios y buscan sus caminos, hoy se buscan hacia adentro y se orientan hacia fuera, hoy sueñan con volar alto. Y sus maternas manos saben como duele prenderse de la roca en la escalada, saben como arde el sol del esfuerzo o como se llagan trabajando la tierra cuando el alma se desvela en la aspiración de la cosecha mientras siembran...Sus manos saben tanto...! Un dolor tan humano como grande en su ternura, llora el llanto que ellos aún no lloran. Aún no saben como azota el desconcierto, la incertidumbre que crece cuando aumentan las noches a lo largo de la vida, cuando se desproporcionan las exigencias y la pelea es sólo por impedir el derrumbe de la esperanza. En este amor que penetra el tiempo y ama aún después de hoy, y llega a amar en solidaria compañía él “quién sabe qué” y “quién sabe dónde” de cada una de sus vidas, dar la solidez del refugio donde todo es comprendido y perdonado, donde vive la paciencia y la fuerza de la perseverancia, donde inmóvil y fiel - con tenacidad de faro y abrigo de muelle - siempre se abrirá el abrazo, sus manos saben qué perpetua es la ofrenda de la caricia que tan sólo espera ser recibida.
Es todo. Es el máximo del amor, que duele de amar tanto, y sus manos saben que son capaces de sostener el para siempre. Tal vez porque otra vez es de noche y otra vez se siente tan cansada, conoce el mérito de sobreponerse siempre, al creer que su vida vale porque en ofrenda muere.
Sus manos han descolgado ropa húmeda, la secaron al fuego de la chimenea, la doblaron con prolijidad, la distribuyeron en los placares, tendieron camas y ordenaron la vida, hicieron la comida tantas veces como marcó el hambre y el reloj; entraron leña, atizaron las llamas, hicieron bizcochos en el horno de la tarde, aplacaron discusiones, equilibraron con caricias, disolvieron tensiones en sonrisas.
Hoy, una y otra vez, sus manos hicieron el hogar. Y cerca de las manos, tan cerca que casi está en ellas, el corazón inspirando cada minuto, sostuvo a lo largo y a lo ancho del día la voluntad de amar.
Ella igual a sí misma, tan igual como este “cada vez” de tantos “cada día” y en su suma la duración de la vida, y en ella su milagro de transformación en todo lo que la rodea. Se siente como cada tablón de un escenario viejo, donde siempre se renuevan los artistas, son novedosas las situaciones y los textos. Porque en el mundo por sus manos sostenido, todo cambia.
Se abre a la aventura del Universo la conciencia de sus hijos. Los ve transformándose en sus inquietudes, en sus actitudes y en sus temas. Sobre los mismos tablones en que se mecieron sus cunas y pisaron los pasos primeros, hoy empiezan a vestirse los primeros sueños, los planes y las conmovedoras incertidumbres, hoy se libran los duelos que entre el cielo y la tierra lleva el hombre desde que nace a la conciencia el despertar de su espíritu, hasta la simple muerte de lo simplemente mortal.
Hoy se abren sus espacios y buscan sus caminos, hoy se buscan hacia adentro y se orientan hacia fuera, hoy sueñan con volar alto. Y sus maternas manos saben como duele prenderse de la roca en la escalada, saben como arde el sol del esfuerzo o como se llagan trabajando la tierra cuando el alma se desvela en la aspiración de la cosecha mientras siembran...Sus manos saben tanto...! Un dolor tan humano como grande en su ternura, llora el llanto que ellos aún no lloran. Aún no saben como azota el desconcierto, la incertidumbre que crece cuando aumentan las noches a lo largo de la vida, cuando se desproporcionan las exigencias y la pelea es sólo por impedir el derrumbe de la esperanza. En este amor que penetra el tiempo y ama aún después de hoy, y llega a amar en solidaria compañía él “quién sabe qué” y “quién sabe dónde” de cada una de sus vidas, dar la solidez del refugio donde todo es comprendido y perdonado, donde vive la paciencia y la fuerza de la perseverancia, donde inmóvil y fiel - con tenacidad de faro y abrigo de muelle - siempre se abrirá el abrazo, sus manos saben qué perpetua es la ofrenda de la caricia que tan sólo espera ser recibida.
Es todo. Es el máximo del amor, que duele de amar tanto, y sus manos saben que son capaces de sostener el para siempre. Tal vez porque otra vez es de noche y otra vez se siente tan cansada, conoce el mérito de sobreponerse siempre, al creer que su vida vale porque en ofrenda muere.
Cristina Maeso.
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