Algo que nunca llega a su fin para nosotros es infinito.
En realidad, simplemente lo decimos, porque lo cierto
es que lo infinito no es experimentable.
Nos imaginamos lo infinito como un movimiento que
continúa interminablemente, dejando el final abierto,
sin final. Así lo percibimos como infinito. Lo infinito es
para nosotros lo interminablemente abierto.
A diferencia de lo infinito, lo abierto sí lo podemos
imaginar, ya que tenemos para lo abierto varias clases
de imágenes. Por ejemplo, la imagen de un evento a
puertas abiertas, la imagen de un espacio abierto. Lo
que está detrás de lo abierto no lo sabemos.
Lo espiritual permanece infinitamente abierto para
nosotros. Algunos hablan en este contexto de metas
espirituales, pero meta y Espíritu son para nuestro
pensar, incompatibles. Una meta convierte al Espíritu
infinito en algo finito y disponible.
Caminar con el Espíritu significa, por consiguiente,
que nos entregamos a un movimiento que sigue
interminablemente. Y no solamente aquí, también
después de nuestra muerte.
¿Qué significa esto en nuestro día a día? Que nos
entregamos a lo interminablemente nuevo, a
interminables experiencias nuevas, a interminables
nuevas visiones, pero sobre todo al amor interminable.
-Bert Hellinger.
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