lunes, 8 de junio de 2015

Quien observa al observador?

"May I kiss you? May I keep your sadness in me, and leave my tenderness in you? May I wipe that tear of yours with my lips, and steal a smile from your beauty?"  f. wolff


El sin nombre es el principio del cielo y de la tierra.
El nombrado es la madre de las diez mil cosas.
Tao Te Ching


   Cuando nos preguntamos quiénes somos, nos parece que tenemos numerosas identidades. Cuando decimos: «yo es­toy pensando», este «yo» significa nuestros pensamientos. Cuando decimos «yo estoy viendo la televisión», el «yo» sig­nifica nuestro aparato visual. Cuando estamos escribiendo, nos referimos a nuestros brazos y manos. Cuando decimos: «soy un hombre» o «soy una mujer», nos estamos refiriendo a nuestro cuerpo; cuando decimos «soy un filósofo», nos es­tamos refiriendo a nuestra personalidad, etc. Pero hay otro «yo» en el trasfondo de nuestros pensamientos y sentimien­tos, la esencia de nuestras actividades y características físicas. Este «yo» es el Sujeto, es la pantalla que permite todas estas imágenes mentales. 

Como he señalado anteriormente, es esencial percibir que este Testigo es diferente de nuestra personalidad; es incluso más «yo» que nuestra autoimagen. El Testigo es el Sujeto; lo visto son objetos. Este Sujeto es el testigo de nuestro cuerpo y mente, pero no es idéntico a nuestro cuerpo y mente. Este testigo final es el núcleo de nuestro Ser consciente, y es com­pletamente diferente de nuestras características personales (aunque abarca nuestra persona). Es, de hecho, el origen de nuestro sentido subjetivo de la existencia. 

Como experimento, podemos cerrar los ojos durante unos segundos; notaremos que el aspecto visual del libro ha de­saparecido, para ser reemplazado por cierto campo de negru­ra (por favor, ¡compruébalo!). Pero ese cambio sólo es visual; todo lo demás sigue adelante: los pensamientos siguen yendo y viniendo, los sentimientos surgen y se reemplazan unos a otros, las sensaciones corporales, como placer y dolor, también siguen yendo y viniendo. Los sonidos aparecen y desaparecen. ¿Qué más podemos descubrir aquí? 

Bien, el testigo final no ha desaparecido durante todo el ex­perimento. Aunque pudiéramos detener todos nuestros pen­samientos, aunque hubiera un silencio absoluto, esta «certe­za-Yo-soy» seguiría estando ahí. Aunque volvamos a abrir los ojos otra vez, la conciencia desnuda en sí misma no ha cam­biado; sólo se ha añadido una imagen visual a ella. Cuando al­guien nos pide que intentemos observar la conciencia mis­ma, debemos admitir que no podemos ver este trasfondo con nuestros ojos. A los científicos no les gusta esta situación; esta conciencia desnuda no puede ser convertida en un objeto de observación científica, porque carece completamente de ras­gos. El Testigo final no tiene dimensiones espaciales, no pue­de ser situado, no puede ser identificado. Es el medio mismo por el que podemos observar las sensaciones que se producen en nuestra mente. Este Observador Impersonal es anterior a todas las sensaciones; sin El, ni siquiera tendríamos experien­cia de la existencia. Ver esta Conciencia Única hace estallar to­dos nuestros sistemas de creencias, y al mismo tiempo nos permite percibir el aroma de la Energía impersonal al que apuntan todas las tradiciones espirituales. Es el Ser que todas las criaturas conscientes comparten. En otras palabras, sólo hay un Vidente en todos los seres. Hui Hai, el famoso maes­tro budista Zen dijo: «No vemos con nuestros ojos; vemos con nuestra naturaleza de Buda». 

Este Ojo Único es la Energía divina que lo abarca todo. Sin embargo, usar una palabra como «divina» para describir la Energía Universal conlleva un riesgo. En este libro no usa­mos la palabra Dios o naturaleza de Buda, sino que preferimos los términos «Conciencia desnuda» o «Energía impersonal», porque no reducen el Infinito a una entidad finita. La pala­bra «Dios» ha sido mal utilizada de muchas maneras distin­tas, especialmente por aquellos que nunca han tenido un vis­lumbre de la Transparencia a la que estamos intentando referirnos. La Apertura hacia la que estamos apuntando en los experimentos no puede ser personalizada. Y lo mismo ocu­rre con la Fuente de Luz. La personalización de lo Imperso­nal ha llevado a muchos errores a lo largo de la historia hu­mana. Cuando la claridad se cierne sobre nuestra Verdadera Identidad, ningún sistema religioso específico puede abar­car esta Fuente de Luz. Tratar de abarcar este Infinito en un sistema espiritual es como tratar de poner el océano Pacífico en una taza de té. Los creyentes de cada sistema están con­vencidos de que su taza de té es la más hermosa, pero los lec­tores que hayan comprendido de qué trata este libro estarán de acuerdo en que esta Transparencia no tiene nada que ver con sistemas de creencias que compiten entre sí. Quedará claro que todos estos caminos y sistemas espirituales organi­zados sólo son formas atractivas de posponer la inmediatez de la clara Visión. La Verdadera Liberación está disponible aquí y ahora, y no es necesaria ninguna filosofía ní organización espiritual para ver eso.

           Nadie en casa: Jan Kerchof



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